Como buen hijo del Jodo este ser no podía decepcionarnos de su creación. Y no lo hizo. En Francia ya lo conocen, le saben el nombre y ven su video por la tele, acá en Chile todavía hay que ir al Cine Arte Alameda junto a cien personas más a mirar el estreno de su último video. Por ahora, se mantiene en el subsuelo.
Pero es un ser que al menos en la escena nacional resalta con creces. Pocos son los que proponen sonidos nuevos y contenidos distintos. Necesitábamos otra figura, otro tipo de estrella. Ya estamos aburridos de las bandas inglesas chilensis, a lo Bunkers, De Saloon o Lucybell, necesitábamos algo más vivo, con letras inteligentes y que a veces se tornen indescifrables. Este tipo viene a instaurar en Chile (esperemos) la figura pop inteligente a lo Kevin Johanssen.
El chico, como también el Argentino, juega con la ironía y la sátira, pero lo más importante, a mi juicio, es la intención de hablar, aunque sea un poco, del alma humana, de sus caminos, de sus vías. Pocos abordan el tema hoy en día y menos lo hacen tan explícitamente como Adanowsky. Este chico no es un poeta, es un narrador y dice las cosas directamente, no especula con grandes metáforas sólo se refugia en algunos simbolismos universales para proponer su discurso fundamentalmente psicologico y espiritual. Y esto no podría ser de mala calidad, lo ha heredado nada más y nada menos de uno de los sabios de nuestra epoca, Alejandro Jodorowsky.
En términos musicales Adán se apodera de la figura del trovador pero inmerso en el ruido, la bohemia, la sensualidad y lo lúdico de un cabaret francés. Tiene aires a Gainsbourg y baila como Elvis, hasta lo han comparado con Tom Waits, lo cierto es que al menos para el aire chileno propone una nueva forma, una imperdible si el que me está leyendo es un interesado en nuevos horizontes musicales.
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